Hacia finales de los años sesenta, Sert y Miró empezaron a pensar y a trabajar en el proyecto de un "Museo Miró" en dicho emplazamiento. Ya en los primeros bocetos de Sert, la Fundación seguía los principios de la arquitectura racionalista, con espacios distribuidos alrededor de un patio central, un rasgo característico de la arquitectura mediterránea, y los lucernarios habituales en la obra de Sert. Diseñado para albergar la colección de Joan Miró, el edificio ha demostrado también su capacidad y adaptabilidad para exhibir las creaciones de otros artistas de los siglos XX y XXI, y es aún un paradigma de la arquitectura contemporánea. En 1988, el edificio de la Fundación fue ampliado con el fin de ganar espacio expositivo, lo que dio cabida a nuevos servicios y permitió reubicar las oficinas.
Un miembro del GATCPAC, en plena descomposición, realizó desde París la obra quizás más significativa y representativa de la situación dramática por la que atravesaba España en estos años. Sert y Luis Lacasa reciben el encargo de levantar el Pabellón por parte de la República. La premura y la limitación de materiales se solucionaba con el uso de elementos prefabricados de rápido montaje, lo cual facilitó su construcción. El estilo venía determinado por la aplicación de los principios racionales y funcionales, por la modulación y la obtención de tres plantas libres enlazadas con escalera o rampa laterales, por la consecución de transparencia y concatenación espaciales, en fin, por la negación de cualquier ornamento superfluo que perturbase la información sobre el devenir en España o la integración de importantes artes de vanguardia.
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